“Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por dejar de serlo”. Clive Staples Lewis.

domingo, 14 de marzo de 2010

El Lobo Humano (1935) + El Hombre Lobo (1941)


El mito del hombre lobo ha sido llevado a la gran pantalla en innumerables ocasiones, pero se podría considerar a El Lobo Humano de Stuart Walker, la primera película oficial sobre licántropos con algo de relevancia que la Universal produjo allá por el 1935. Aún así, la película de Stuart Walter estaba más cercana a la novela de Robert Louis Stevenson, El Dr. Jekyll y Mr. Hyde, mostrando un hombre-lobo no demasiado peludo, como variante del hombre-monstruo que encarnó Fredic March en El Hombre y el Monstruo (1931). Los motivos se centraban principalmente en la censura de la época, que prohibió que se exhibiera una transformación explicita de hombre a lobo y, por otro lado, a Henry Hull, – el “alobado” del film -, que no quería que el maquillaje de Jack Pierce le impidiera ser reconocido por el público. Pese a ello, resulta curioso comprobar como dicha imposición nos regalaría una curiosa secuencia excelentemente rodada, en la que podemos ver la conversión de nuestro protagonista en bestia a través de encadenados en las que Henry Hull se transformaba mientras caminaba por el bosque. Así pues, gracias a John P. Fulton, el creador de los efectos visuales, veremos como el aspecto del protagonista cambia gradualmente cada vez que la cámara se topa con un árbol, saltándose de ese modo la censura y sorprendiendo gratamente al espectador.
El Dr. Glendon (Henry Hull) y el puto Dr. Yogami (Warner Oland).
Esa falta de elementos, digamos, más originales, fueron los causantes de que El Lobo Humano no permaneciera en su estatus de precursora y quedara casi eclipsada por producciones venideras (algunas de calidad claramente inferior). Y es que pese a que en ella existen detalles de indudable interés “licantrópico” como esa flor nepalí capaz de curar a nuestro protagonista maldito (1), el guión no consigue recrear ese universo genuino que Curt Siodmak si consiguió otorgar a El Hombre Lobo, film que Universal produjo en 1941 (2) y que dirigió George Waggner.

La ambientación de la cinta es realmente envidiable, con ese bosque siniestro lleno arboles amenazantes rodeados por la niebla, pero siendo sincero, ni la dirección de Waggner, ni las interpretaciones de los actores fueron nada del otro mundo. Por lo tanto, lo verdaderamente importante de El Hombre Lobo recae precisamente en el guión, el punto fuerte del film.
Evelyn Ankers apunto de ser "atacada" por Lon Chaney Jr.
Curt Siodmak fue uno de los tantos alemanes que tuvieron que emigrar de su país natal ante la amenaza nazi. No por menos, - y tal y como apunta David J. Skal en su monumental Monster Show -, su visión del hombre lobo vendría a ser una metáfora de cómo un hombre bueno (recordemos la mítica frase: “incluso un hombre puro de corazón…”) podría llegar hacer cosas realmente feroces, haciendo clara referencia a los soldados que durante aquellos fatídicos días combatían en la Segunda Guerra Mundial. Su guión retratado como si de una tragedia griega se tratase, nos muestra al vástago de la dinastía Talbot, el joven Larry Talbot (Lon Chaney Jr.), que tras la muerte de su hermano (3) emprende el viaje de retorno desde USA a su ciudad natal, - situado en un país atemporal y, aunque nunca se llega determinar, presumiblemente europeo -, para tomar el negocio junto a su padre, Sir John Talbot (Claude Rains). Una vez allí, Larry Talbot conoce a Gwen (Evelyn Ankers), una chica ya prometida con la que intentará tener una imposible historia de amor. Evidentemente, Talbot quedará maldecido por la mordedura del hombre lobo (Bela Lugosi) justo en la primera cita con Gwen, y terminará asesinado por su propio padre cuando, inmerso en su vertiente animal, “ataca” instintivamente a Gwen en mitad del bosque. Resulta paradójico como el padre utiliza precisamente el bastón (con empuñadura de plata y forma de lobo) que Talbot compra a Gwen en su primer encuentro para castigar los filtreos de su hijo con las mujeres y su falta de atención para con el negocio (4). Si amigos, Sir John Talbot era un padre muy severo…
Claude Rains, el verdadero malo de la película.

Por otro lado, es más que evidente que esta vez el maquillaje de Jack Pierce si resultó más acorde con lo que debería ser un “hombre-lobo”, y ese ejemplar encarnado por Chaney Jr. sentaría las bases del género, quedando el de Henry Hull algo desfasado (aunque ambos coincidían en la extraña dentadura de jabalí).

Así pues, si El Lobo Humano recreaba la eterna dualidad del ser humano gracias al Dr. Glendon (Henry Hull), - un experto en botánica que es mordido por una bestia en su viaje al Tibet -, y El Hombre Lobo también lo haría, pero en esta ocasión lo envolvería en el conflicto generacional entre un padre y su hijo. Larry Talbot vendría a ser el eterno joven incomprendido que durante siglos ha intentado escapar sin éxito de una sociedad madura que no le comprende y que le juzga encerrándolo en un terrible sentimiento de culpa. El hombre lobo muere al terminar la película, pero tal vez solo se trate de una muerte simbólica, y Talbot finalmente haya aprendido la lección y acate las normas impuestas…
¿El hombre jabalí? No, Henry Hull en su versión lobezna...

En fin, son las nueve… ¡hora de dormir! Hasta la próxima luna llena.

Título original: Werewolf of London (USA, 1935)
Director: Stuart Walker.
Guión: John Colton & Harvey Gates, Edmund Pearson y Robert Harris (sin acreditar), sobre una historia de este último.
Actores: Henry Hull, Warner Oland, Valerie Hobson

Título original: The Wolf Man (USA, 1941)
Director: George Waggner.
Guión: Curt Siodmak.
Actores: Lon Chaney Jr., Claude Rains, Evelyn Ankers...

(1) Dicha flor también fue utilizada por Naschy en una de sus obras más pulp, la estrambótica La maldición de la bestia (1975).
(2) Aquí habría que añadir que Siodmak tuvo mucho más libertad a la hora de escribir su libreto.
(3) Durante la película no se nos cuenta el motivo de dicho fallecimiento. ¿Tal vez cayó en acto en el campo de batalla?
(4) De hecho, resulta también paradójico que Larry conozca a Gwen, mientras fisgonea con el telescopio de su padre.

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