“Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por dejar de serlo”. Clive Staples Lewis.

domingo, 6 de mayo de 2012

EL MONSTRUO RESUCITADO (1953)


Dir. Chano Urueta.


Puede que este blog se esté forjando a base de caprichos, pues este no es el único título que está cogido por los pelos con tal de incluirlo en la temática licántropa. ¿Pero que quieren que les diga? Se trata de Chano Urueta y a estas alturas no creo que sea necesario hablar de su meritoria carrera cinematográfica. Además El monstruo resucitado tiene una apasionante historia a sus espaldas llena de jugosos detalles que la hacen una obra maestra imperecedera.




Habría que dejar claro pues, que por que aquí no asoma ningún hombre lobo. Tan sólo vemos de refilón un hombre calvo y con barba – parecido a Sid Haig, pero aún más feo -, que tiene todo el cuerpo cubierto de pelo. Una bestia sin conocimiento que malvive encerrado en una jaula prisionero del Dr. Hermann Ling. Este siniestro ser, obediente a las peticiones del mad doctor de turno, será llevado a la fuerza al laboratorio donde su alma será “transplantada” al cuerpo de un hombre muerto… Muerto, si, pero con buena percha. Como ven, aquí tenemos al “monstruo” de la película (aunque la monstruosidad resida en su interior) y – si, cogida por los pelos -, esa “transformación” invertida (si es que se la puede llamar así) de bestia a hombre que tanto nos gusta por estos lares. Pero no adelantemos acontecimientos, centrémonos en la película y en sus brillantes hallazgos.


Anteriormente hablaba del mad doctor “de turno”… Ay, pobre de mi… ¿”De turno” dije? ¡Estamos ante una película de Chano Urueta, por Dios! Aquí no hay lugar para doctores malos y simplones que quieren vengarse de la sociedad. El Dr. Hermann Ling de la película, interpretado por el español José María Linares-Rivas, es un trasunto del fantasma de la ópera interpretado por Lon Chaney en los años 20. Y es que debido a una enfermedad que le ha deformado la cara se ve obligado a cubrir su rostro con un sombrero, unas gafas de sol y un pañuelo. Sólo así logra pasar desapercibido sin causar mayor espanto a las personas con las que se cruza. Pero aún así, el Dr. Ling necesita sentirse querido y en un arrebato de desesperación coloca un anuncio en el periódico ofreciendo una cuantiosa suma a cualquier mujer con mucha “sensibilidad” que esté dispuesta a someterse a una prueba. El anuncio consigue llegar a Nora (Miroslava Stern), una reportera que alentada por su jefe alemán (Fernando Wagner), ve en esta escueta nota el inicio de una apasionante historia. Y nada más lejos de la realidad. Tras quedar con el misterioso encapuchado, la apuesta reportera es conducida a su mansión donde será testigo de su horripilante fealdad. Esa era la prueba a la que se tenía que someter nuestra rubia protagonista, así que en un intento desmesurado por no vomitar, Nora consigue tenerse en píe para así lograr que el malvado doctor Ling utilice sus siniestros adelantos científicos en favor de la humanidad. A raíz de este milagro el Dr. Ling no encuentra ningún motivo para seguir haciendo el mal y piensa que, por fin, ha encontrado el amor (o al menos, algo que se le perece). Pero ya sabemos todos como son las mujeres, así que Nora aprovechará esta historia para escribir el artículo que la haga rica, cosa que hace enfurecer al horrendo doctor. A partir de aquí empieza lo apasionante de El monstruo resucitado, pues el Dr. Ling decide terminar con Nora sin ensuciarse sus manos. Para ello decide robar el cuerpo de un joven y… Bueno, esto ya os lo he contado.

El "monstro" de la película (como ven, ¡está bueno!).
 El “monstruo resucitado” de la película (Carlos Navarro) es un apuesto joven que, controlado telepáticamente por el Dr. Ling, intentará llevarse al huerto a Nora para después asesinarla. Cosas del destino (y del propio subgénero de los mad doctors), el “monstruo” termina volviéndose contra su creador al no obedecer sus órdenes y el Dr. Ling muere a manos de su creación en una batalla final épica que nada tiene que envidiar a la de los numerosos luchadores enmascarados que han poblado la filmografía mexicana. Pero es que, además, otra de las bazas de El monstruo resucitado es la latente homosexualidad que se respira a lo largo de la película y que viene representada por el deformado doctor – vean sino la extraña relación que guarda con su siervo o que el “monstruo” de la película sea, al fin y al cabo, un tipo guapo y atractivo -, y el odio hacia las mujeres que desprende dicho personaje.

"¡¡HORROR!!". Aquí Miroslava Stern lo pasa fatal.
El monstruo resucitado, una apasionante película en la que dentro del batí burrillo de influencias (desde Frankenstein a El Gabinete del Doctor Caligari, además de comprobar esos parecidos nada casuales con otras cintas, amén del ya nombrado parecido físico del doctor con el fantasma de la ópera protagonizado por Lon Chaney [¿seré yo o ese jefe del periódico donde trabaja Miroslava tiene un aire al Ciudadano Kane de Orson Welles?]) o de lo bizarra de su propuesta, se puede apreciar una sorprendente originalidad muy propia de aquellas joyas producidas durante los cincuenta y sesenta en México. Un pastiche impecablemente rodado por ese gran maestro que fue Chano Urueta y que, si no la has visto, te la tienes que tragar, ¡¡pero ya!! ¡¡Qué viva México, señores!!